Hace un par de semanas probaba por primera vez Mundo Zeppelling, de Michelini i Mufatto & González, en nuestra cata sonora y, ¡casualidad!, unos días después la tienda de vinos Sorbo (Calle Ancha 19, Ponferrada) organizaba una cata. Era la primera que la bodega hacía en el Bierzo y con su enóloga, Andrea Mufatto, que sólo iba a estar unas semanas por aquí antes de regresar a Argentina. No podíamos dejar pasar esa gran oportunidad.
Andrea y su pareja, Gerardo Michelini, hacen tándem con el berciano Javier González en el proyecto Mundo Zeppelling, que es fruto de los lazos que se han ido tejiendo entre estos dos reconocidos bodegueros de Mendoza (Argentina) y el Bierzo. Todo comenzó en 2015, cuando un joven César Márquez -perteneciente a la saga familiar de la bodega Castro Ventosa- decidió irse a hacer la vendimia en Argentina para ampliar su experiencia (en el hemisferio sur la cosecha se realiza entre los meses de febrero, marzo y abril) y acabó en esta famosa región vinícola, ubicada al borde de la cordillera de los Andes.
«Nosotros ya nos habíamos preguntado qué hacer una vez que la vendimia se termina allá», cuenta Andrea, que reconoce que ya tenían la vista puesta en España, donde ya habían vivido varios años y era su «segundo hogar». «Uno de mis hijos nació acá», apostilla la enóloga. Pero el Bierzo no estaba entre sus planes. Su idea era hacer vino en Ribeira Sacra, atraídos por la monumentalidad de sus bancales, a orillas del río Sil.
Cuatro vendimias
Pero en ese camino hacia Ribeira Sacra se interpuso el gran Raúl Pérez que les abrió las puertas de su bodega en Valtuille, como ya había hecho antes con otros. «Y entonces conocimos el Bierzo, nos quedamos acá y ya llevamos cuatro vendimias», destaca Andrea antes de iniciar la cata. Tuvieron un flechazo con los viñedos de Ozuela, Toral de Merayo y Rimor, donde poder aplicar la misma filosofía con la que hacen sus vinos de Gen del Alma en Argentina -su vino Seminare Malbec (mínima intervención y extracción, con la idea es que se exprese el viñedo tal cual es) ha sido elegido Mejor Tinto de Argentina según la guía Descorchados-.
Nosotros siempre apostamos por mirar un poquito para atrás y ver qué hacían antes nuestros abuelos y nuestros bisabuelos» Andrea Mufatto
Y aquí el río Mendoza se llama río Sil, el valle del Uco se convierte en el valle del Oza, la malbec se vuelve mencía y detrás de los viñedos ya no se ven las montañas del Cordón del Plata sino los montes Aquilanos. Tan diferentes. Tan iguales. «La mayor similitud es que ambas variedades son de un lugar. La mencía es del Bierzo, es autóctona de aquí, es su sitio. La malbec encontró su sitio en Mendoza, es donde mejor se da», apunta Andrea Mufatto.
Ella resalta que su «gran apuesta» es respetar el lugar y cómo ha estado tradicionalmente plantado el viñedo y dar valor a esas variedades que, a veces por una cuestión de moda, se han dejado un poco de lado. «Nosotros siempre apostamos por mirar un poquito para atrás y ver qué hacían antes nuestros abuelos y nuestros bisabuelos», añade la enóloga.
Un palomino diferente
Y precisamente el vino que abrió la cata fue Mundo Zeppelling Palomino, que reivindica esa variedad de uva, también conocida como jerez y que siempre se ha marginado un poco en la elaboración de blancos en el Bierzo, que se centran de forma casi exclusiva en el godello. Es el primer blanco que elaboran en la bodega, de la añada 2017, y querían que fuera diferente.
Y para ello una parte, sobre un 13%, se elabora como si fuera un tinto, prensado y en contacto durante tres meses con las pieles «para que le de estructura y más peso en la boca«. El resto en prensa directa y fermentado en barrica, donde también se cría entre nueve y diez meses. «Esos taninos que sentimos en el vino para, justamente, poder probarlo en la mesa con diferentes comidas y que no sea solamente un vino blanco para beber rápido y nada más», valora Andrea, que añade que se puede «jugar con las temperaturas».
«Un poco más fresco es más bebible que cuando va tomando temperatura en la copa, entonces se presta para comer comidas un poco más grasas, que los taninos aparezcan y que te limpien la boca», añade. Así, tenemos en frente un vino blanco con una color subido, dorado intenso, y con una nariz muy suave a manzana y a naranjo. Sorprende al paladar y gana al ir cogiendo temperatura. En boca es seco y untuoso, tánico y envolvente. «Yo siempre pienso en esos blancos que el paso por la boca se siente y después pasa», describe la enóloga.
Capitán Beto y Mundo Zeppelling Mencía
El segundo vino en caer en la copa fue Capitán Beto, un mencía elaborado con uva de los pueblos de Rimor, Ozuela y Toral de Merayo. Despalillado y con un porcentaje del raspón agregado al vino, macera en ánforas en contacto con las pieles durante ocho y nueve meses antes de pasar a barricas. «Representa esa zona de esos tres pueblos. Es 100% el lugar», explica Andrea Mufatto, respetando cómo están plantadas las viñas con un porcentaje de mencía, otro de garnacha, de palomino y de doña blanca. De color rojo picota, es sobre todo frutal, con aromas a fresas y grosellas.
El otro mencía de Michelini i Mufatto & González, Mundo Zeppelling, es un «mencía de pueblo», de los viñedos de Ozuela, y también tiene ese carácter frutal, aunque su proceso de vinificación es diferente. En este caso lleva el 100% de los racimos enteros y se fermenta en grandes tinas de roble, con una maceración suave de unos 40 días con levaduras autóctonas y envejecido durante unos ocho meses en barricas de roble francés.
Plop! En el Camino y A Merced de Bierzo
El cuarto vino de la cata es el vino que elabora su hijo mayor, Manuel Michelini, utilizando viñedos ubicados en el Camino de Santiago, entre Cacabelos y Villafranca. «Es donde nosotros empezamos a hacer vino acá», recuerda. Lleva el nombre de Plop! En el Camino porque con ese nombre Plop! – que realmente es la expresión de sorpresa según la popular viñeta chilena Condorito– Manuel ya realiza otras elaboraciones con diferentes variedades (sémillon, malbec, cabernet franc, viognier,…) en Argentina.
Así, Plop! se vinifica con un 30% de racimos enteros y se macera con sus pieles en acero inoxidable antes de pasar a las ánforas de terracota, donde se cría durante unos ocho meses. La fruta también está presente -The Wine Advocate señala que recuerda a la maceración carbónica- en este vino que muestra un color cereza intenso y que es aromático y expresivo, con rusticidad y taninos terrosos. Es muy fresco.
A Merced de Bierzo también supone el traslado de uno de sus proyectos argentinos al Bierzo (A Merced de Gualta). Y así el último vino de la cata corresponde a una añada 2015, a su primera elaboración en el Bierzo. Es el de Valdeviñas, con uvas de este viñedo ubicado en Molinaseca y fermentado en ánforas, junto a una maceración posterior de seis meses con las pieles y crianza de ocho meses en barricas de roble francés. «Fue un año muy difícil, muy cálido», reconoce Andrea. Aún así, consiguieron un ‘caldo’ muy en la línea de sus vinos, sutil y elegante, que mantiene la frescura y la agilidad en la boca.
La nueva añada Michelini i Mufatto & González
Y los nuevos vinos de Michelini i Mufatto & González ya están «cocinándose» en su bodega, que acaban de estrenar hace un par de meses. «Los vinos están superfinos. Ayer estuvimos catando en la bodega y muchos están ya para beber», destaca Javier González, la parte berciana de este tándem. Así, insiste en que están «demasiado avanzados» para esta época del año, pero que es algo general en el Bierzo.
«Están muy finos, con poca graduación alcohólica, van a ser mucho más fáciles de beber, con una acidez muy buena y alta. Esperemos que dentro de 30 años podamos disfrutarlos. No sé si será de guarda. Es cierto que los vinos con mucha acidez suelen tener una vejez muy agradable. Si son de guarda lo veremos. Lo vamos a intentar. Tienen que pasar aún todo el año en las ánforas y las barricas», valora Javier, que recalca la importancia de la identidad de cada sitio, de cada parcela.
Por eso vinifican todo por separado, aunque «es una locura». «Hay unos lotes en barrica de Rimor, Ozuela y Toral de Merayo y no tienen nada que ver, son distintos. Eso es chulo. Lo bonito es que sean distintos siendo la misma vinificación, se han hecho igual. Lo que cambian son las orientaciones, los suelos, el viticultor…», añade el bodeguero que llaman la atención sobre el viñedo que tienen en la zona del Torullón en Toral de Merayo. «Subes un cuesta y una parte tiene orientación norte y otra orientación sur. En el mismo sitio tenemos cosas completamente distintas», recalca.
Los comentarios están cerrados.