César Márquez es uno de los jóvenes enólogos con mayor proyección del Bierzo y que más está despuntando en los últimos tiempos. Su último reconocimiento le llega de la revista Decanter, que lo sitúa a la cabeza de la lista de los diez mejores bodegueros españoles junto a Verónica Ortega, la enóloga gaditana que también está dando mucho que hablar con sus vinos ‘made in’ Bierzo. Visitamos la bodega y los viñedos de César junto a la tienda de vinos ‘El Salgueral’ para comprobar su evolución de joven padawan a jedi del vino, con un proyecto basado desde sus inicios en la zonificación y en la búsqueda de la frescura y la elegancia en sus elaboraciones.
El aprendiz lleva tiempo caminando solo, con el empujón que le dio su particular gran maestro Yoda, su tío Raúl Pérez, quien despertó «la fuerza poderosa que en él era». Y es que, como el propio César reconoce, era un mal estudiante y «bastante traste». Llegó en 2007 a la Escuela de Viticultura y Enología de Requena (donde ya se habían formado una buena representación de enólogos bercianos) alentado por su familia y sin muchas ganas.
2015, el despertar de la fuerza
«Allí me puse las pilas y me centré porque quería volver al pueblo», recuerda el bodeguero, que al terminar sus estudios empezó a trabajar en la bodega familiar Castro Ventosa y después con su tío Raúl, que acababa de fundar La Vizcaína y se ponía «en serio» con su proyecto en Valtuille. Con Raúl estuvo siete años, hasta el 2017. «Hoy sigo con Raúl en la bodega familiar, donde nos encargamos de hacer todas las mezclas y tomamos todas las decisiones», cuenta César, que muestra su orgullo por el crecimiento que ha experimentado la bodega de la familia -con vínculos con el mundo del vino desde hace siglos, desde el año 1752-.
Su proyecto surgió en 2015, después de viajar en febrero a Argentina para hacer una vendimia. «Tenia muchas ganas de hacer cosas, pero tampoco te atreves a hacer algo hasta que tu maestro te anima a tomar la iniciativa, porque poner en marcha una bodega no es ninguna broma. Es necesario un aprendizaje, hay que invertir mucho dinero y es mejor hacerlo bien», confiesa. Y ese empujón le llegó al regreso de ese viaje. Su tío Raúl fue a recogerle al aeropuerto a Madrid y hablando en el coche de vuelta le planteó por qué no empezaba a hacer algo por su cuenta. «Era lo que necesitaba escuchar», apostilla.
Un blanco y tres parcelarios
Y así «despertó» Bodegas y Viñedos César Márquez, con la idea clara de que fuera una bodega pequeña y de calidad más que una bodega de volumen y que iba a ser un proyecto zonificado desde el principio «como hacen en Borgoña aquí en el Bierzo». De esta manera, empezó el primer año con un blanco de godello, pero tenía que ser un godello especial. «Quería un blanco de godello viejo en lugar de godello joven. Un godello de entre 100 y 120 años en lugar de godello de 30 años, que es la mayor parte del godello que se hace en el Bierzo», explica. Nacía La Salvación.
Ese mismo año empezó a elaborar tres vinos de parcela. Uno sería un Rapolao, un mítico paraje en Valtuille en el que ya elaboraban parcelarios Raúl Pérez, Castro Ventosa y Diego Magaña. «En 2015 llegó el mío», puntualiza César. Para los otros dos, el joven enólogo necesitaba diferenciarse y buscó uva en lugares del Bierzo donde no trabajara su tío Raúl. Una tarea que no era nada fácil, pero lo consiguió, en dos laderas de Toral de los Vados: Pico Ferreira y El Sufreiral. «Tres vinos tintos de tres zonas con suelos diferentes y el blanco. Fue muy bien aceptado, con muy pocas botellas, entre 300 y 500 de cada vino», recuerda.
De Las Firmas a Parajes y nuevos vinos
El segundo año, ya empezó con la elaboración de un vino de pueblo, como los village de Borgoña, con uva de Valtuille en Las Firmas y un vino de región con uva de parcelas de pequeños viticultores del Bierzo en Parajes. «Busco las parcelas que me gustan, contacto con los viticultores, las elaboro por separado y después de un año en barrica las mezclo», resume César. Así, se elabora con uvas de parcelas de pueblos de Ponferrada, Valtuille, Toral, San Pedro de Olleros; Villafranca, Camponaraya o San Clemente, entre otros.
A esos seis vinos se unirá un parcelario más. A partir de 2020 sacará al mercado una nueva elaboración con uvas de una parcela de la zona de San Juan de Paluezas, en el entorno de Las Médulas y que destaca por sus suelos de caliza. «Es pura tiza, en un valle muy chulo y que madura 20 días más tarde que aquí en Valtuille. Es una parcela que trabajo personalmente y tendrá un perfil también más fresco. Se trata de intentar hacer cosas diferentes», añade César, que también tiene previsto sacar un Parajes godello.
Su proyecto crece y llega a exportar a 80% de sus vinos. En España vende a través de un único distribuidor, Alma Vinos, y en el mercado exterior cuenta con diferentes distribuidores para llevar sus vinos a Estados Unidos -a través de California y Nueva York-, Inglaterra, Alemania y Canadá (dos estados). Ahora empezará con Suecia, Dinamarca y Singapur, mientras prevé entrar el año que viene en Uruguay, Brasil, Portugal y Japón.
El viñedo desde el Castro Ventosa
Para entender bien su proyecto, César Márquez nos lleva por sus viñedos y nos sube hasta el Castro Ventosa con una vistas espectaculares de Valtuille y su entorno. Desde allí nos señala sus 22 parajes diferentes, con su suelo de arcilla y las dos vetas de arena que lo cruzan por Cova de la Raposa y Villegas. Un tetris de parcelas y orientaciones que permite la elaboración de vinos muy diferentes, de perfiles más frescos y ligeros a cálidos y con volumen.
El joven enólogo nos señala El Rapolao, La Rata, Poulosa, Gundiñas, El Val, Mata Los Pardos, Cabanelas, El Llano, El Couso, La Vitoriana o El Barredo, mientras destaca como puede haber una diferencia de vendimia de la uva de 10 o 15 días sólo por la orientación y cómo él busca esas zonas más umbrías en las que la maduración «se cocina a fuego lento» para hacer vinos con menos alcohol, más frescos y más elegantes.
Desde allí también nos señala la ubicación de Pico Ferreira y El Sufreiral, ya en Toral de los Vados. «A unos siete kilómetros de Valtuille, pero los suelos ya son totalmente diferentes, pizarra y caliza», explica, mientras puntualiza que la mezcla en el viñedo también es diferente. «En Valtuille puede ser 85% mencía, 10% alicante bouschet y un poco de blanca y según vamos subiendo a la montaña encontramos un poquito más de blanca», detalla.
De la barrica a la copa
Finalizamos la visita en su bodega, al lado de la plaza de La Fuente de Valtuille. Empezamos con una botella de La Salvación de 2019, recién embotellado y que no saldrá al mercado hasta febrero del próximo año, y seguimos catando directamente de barrica y tanque de acero inoxidable. Por la copa van pasando Las Firmas 2019, Rapolao 2018 con su característica nariz reductiva, Pico Ferreira 2019 con un perfil más fresco y El Sufreiral 2019 con la personalidad que le da el suelo calcáreo y del que sólo hace una barrica de 600 litros.
También probamos godello de distintas parcelas del 2020, incluida una barrica de 500 litros con la mezcla de los godellos viejos. Su aroma es completamente diferente. «Y ahora vamos a probar un godello de Arganza, de una parcela de 100 años que era mencía y el viticultor la injertó hace 12 años a godello», añade César, que asegura que el 2020 ha sido muy buena añada para los blancos.
Para terminar nos ponemos con la barricas de la última vendimia que irán a la mezcla de Las Firmas o Parajes como las de San Pedro de Olleros, con 100% raspón y muy ligero, Valdecañada (Ponferrada) de uva de una cara norte a cerca de 700 metros, Villegas, Gundiñas o Mata Los Pardos, también las de las parcelas de Pico Ferreira y El Sufreiral. La guinda, lo que será su nuevo vino de San Juan de Paluezas, del paraje La Calleja. «Aún no he pensado nombre», puntualiza.
Su evolución como enólogo ha ido acompañada también de una evolución en sus vinos, en los que queda patente esa búsqueda de la frescura y la elegancia como dos características principales de sus vinos. ¡Que la fuerza te acompañe!
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