«Elaborar un vino natural, lo más saludable posible». Esa la frase que resume la filosofía de Jorge Vega y de su bodega Puerta del Viento. Un proyecto que está a punto de cumplir diez años, desde que en 2009 realizara su primera elaboración «experimental» de mencía -que sólo probaron algunos amigos- y se lanzara junto a su pareja Rosana Fuentes a la aventura de hacer su propio vino.
Hacía tiempo que tenía una visita pendiente a Jorge, con lo que esta semana, entre vendimia y vendimia, aproveché para secuestrarlo unas horas para que me enseñara la bodega y sus viñedos. Y así me lo encuentro en sus instalaciones en Villafranca del Bierzo, vigilando el inicio del trabajo de las levaduras en el mosto, que no paran de «susurrar» en la barrica. «La mitad de la producción ya está fermentando», explica el bodeguero, que detalla que se trata de unos 2.500 kilos de uva mencía.
En unos días continuará con la recogida de la uva en las viñas que tiene en una de las laderas del yacimiento arqueológico de Castro Ventosa, donde una de sus puertas de acceso llevaba el nombre de Puerta del Viento -eso ya explica por qué eligieron esa denominación para su bodega-. Y hasta allí nos vamos, al viñedo de ‘La Generosa’ (lo ‘bautizamos’ así ese mismo día, en recuerdo de su bisabuela).
Un ‘patrón’ diferente
Jorge destaca el ‘patrón’ -también llamado pie, que es la parte de la planta donde va injertada la variedad- que se ha utilizado en esta zona. «Mira que troncos», me dice mientras señala algunas cepas. Y para explicar estas cosas, él tiene también su teoría sobre el origen de la variedad mencía. Estaría en los viveros de Villafranca del Bierzo o del Barco de Valdeorras que, tras el ataque de oidio de finales del siglo XVIII, surtían de plantas a toda España. «Lo que diezmó los viñedos en el Bierzo no fue la filoxera, como se cree de forma generalizada, sino el oidio», apostilla el bodeguero, que añade que la mencía sería el resultado del cruce de un par de variedades realizado en uno de estos viveros, precisamente para ser resistente a ese hongo, también llamado tiña.
En esta viña pequeña también destaca una fila con algunas vides de doña blanca o valenciana. Una variedad que está despertando mucho interés en él por sus aromas terpénicos y que cree que va a tener «un buen futuro». «Tengo la teoría de que hay como subvariedades dentro de la valenciana y algunas de ellas tienen esos aromas terpénicos, que están en la piel y tienen pocas uvas blancas, como la gewürztraminer, moscatel o chardonnay. Es algo que estoy mirando», añade Jorge.
Y es que en sus vinos busca perfiles y aromas concretos. Precisamente, por eso recoge la mayoría de sus uvas de mencía, unos 2.500 kilos, casi antes de madurar. «El objetivo es sacar ese aroma impacto de violeta, que tiene la mencía, la sirah y otras pocas variedades», cuenta el bodeguero, que explica que este aroma es más presente cuando el contenido de azúcar es menor -consigue también así un grado más bajo, adaptado a los gustos de sus consumidores actuales-.
Cultivo ecológico y sin sulfitos
Puerta del Viento tiene certificados su viñedos en agricultura ecológica desde el año 2011, desafiando a los escépticos que aún creen que esta forma de cultivo es imposible en el Bierzo. «Los productos fitosanitarios funcionan bien los años buenos, cuando vienen malos no sirve ni ecológico ni sistémico ni nada», valora Jorge, que este año ha perdido la cosecha de godello por el mildiu. «Fue error mío», entona el ‘mea culpa’, mientras explica que si hubiera dado la última mano del tratamiento con cera de abeja a hojas y racimo, en lugar de sólo racimo, hubiera salvado una cosecha que, hasta esa primera semana de agosto, parecía histórica con «unos grandes racimones».
Eso si, la mencía ha llegado sana a la vendimia con la utilización del caldo bordelés, oxicloruro de cobre antes de la floración y un poco de azufre, no llega a un kilo por hectárea -en ecológico están permitidos hasta cinco kilos-. También es enemigo de los sulfitos y eso exige un trabajo extra en la viña y en la bodega para estabilizar y conservar el vino. A este respecto, señala que sus técnica principale es meter la uva cuando tiene una alta acidez y trabajar en bodega para que fermente rápido, con parte del vino pisado y buscando reducciones. «La gente no es amiga de las reducciones, pero yo busco que mis vinos se reduzcan porque es una forma natural de preservarlo», detalla.
De Pieros a Canedo
La visita continúa en otro viñedo en el alto de Pieros, en el paraje de Las Chas, donde no llega a la hectárea de terreno y concentra su producción de godello en espaldera. Desde allí, cruzamos entre viñedos para pasar por San Clemente, Villabuena y Quilós, hasta llegar a Canedo. En este pueblo guarda Jorge su nueva joya, un viñedo rodeado de castaños, pinos y bosque autóctono. Son en total unas nueve hectáreas y aquí podrá seguir creciendo, próximo también a otros viñedos en producción ecológica, como los del Palacio de Canedo o los de Tilenus.
En esta zona, conocida como Los Caborcos, ya ha plantado algunas cepas de doña blanca y tiene previsto injertar también con esta variedad una parte del viñedo existente, en concreto unas filas de mencía en espaldera que, reconoce, están mal orientadas. Así, su idea aquí también es recuperar los castaños y meter ganado para que esté limpio y abonar el terreno.
De Puerta del Viento a Men&Cía
Con estos viñedos, la bodega de Jorge y Rosana elabora el Puerta del Viento Mencía Sin Sulfitos, Puerta del Viento Mencía Sin Sulfitos con barrica (sólo lo hacen en añadas concretas, la última es la del 2015) y Puerta del Viento Godello. A estas etiquetas se une el Chirá 450, que es un vino elaborado con uvas de la variedad sirah.
Por otro lado, ya han registrado una nueva marca con el nombre Men&Cía con la que tienen previsto comercializar a partir de este año un vino rosado 100% mencía, al que Jorge se refiere como «vino ancestral».
Puerta del Viento
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Fito
septiembre 23, 2018 at 9:38 pmDeseando compartirlo