Divertido, risueño, apasionado. Casi tres horas sin parar de hablar de vino -solo lo estrictamente necesario para dar algún trago a la copa- y seguir teniendo a la gente «enganchada» es la prueba de que Germán R. Blanco no sólo es un gran «hacedor» de vinos sino que también es un gran comunicador. Transmite. Mucho. Lo demostró en la cata del pasado jueves en la tienda Sorbo (Calle Ancha 19, Ponferrada) a través de siete vinos de sus proyectos en Bierzo (Biba, Poula y Clos Pepín de Casa Autora), en Ribera de Duero (La Cometa, Viñas Viejas y Bellavista de Quinta Milú) y en Rioja (La Bicicleta Voladora).
Germán R. Blanco, que llevaba haciendo vino desde hacía una década con su proyecto Quinta Milú en Ribera de Duero a partir de viñas viejas de tempranillo, puso en marcha Casa Aurora en el Bierzo con la vendimia del 2013. Era un proyecto muy personal, con esa carga emocional que suponía la recuperación del viñedo viejo de su bisabuela Aurora y el volver a sus raíces en el pueblo de Albares de la Ribera. Era el destino.
«Siempre estuve unido a mi abuela y tenía un poco abandonado el Bierzo. Un día venía en coche desde Burgos hacia Asturias y me dio por venir al pueblo, que hacía que no venía porque había muerto mi abuela. En vez de ir a la casa familiar me dio por ir a la viña abandonada. Venía con el remolque y el todoterreno, tenía herramienta, me puse a trabajar y hasta hoy», cuenta Germán.
Casa Aurora
El vino de Casa Aurora se elabora a partir de las uvas de cuatro hectáreas de viñedo, donde la mayoría son cepas de garnacha tintorera y palomino, también de garnacha, trousseau o merenzao -que en Albares llaman ‘portuguesa’, tal vez porque fue introducida por los portugueses que vinieron a trabajar en las minas-, estaladiña o pan y carne y mencía. «El camino está en la suma de todas. Lo que voy aprendiendo en mi pueblo es que los mejores vinos están mezclados, como un buen potaje o un buen puchero», defiende el enólogo, que añade que «cada variedad aporta una cosa y todas juntas en equipo, en viñas concretas, son capaces de dar vinos excepcionales».
Germán define estos vinos como «muy salvajes» y «muy artesanos«, procedentes de unas viñas «de montaña» ubicadas entre los 800 y 1.000 metros de altitud, la mayoría en una ladera sur, y criados en una pequeña bodega de piedra en la calle del Olivo de este pueblo cruzado por el río Boeza. En ellos está presente su estilo, con un punto diferente al que tienen otros vinos del Bierzo (que suelen ser más gorditos y con más color) y en los que la mencía y el godello pierden el protagonismo.
Su forma de elaborar se caracteriza por sólo utilizar uva de viñedos cuidados por él, mínima intervención posible en la viña y en la bodega (ni filtra ni clarifica ni estabiliza), pisado con los pies, con una apuesta por la ‘infusión’ frente a la extracción, con microvinificaciones y elaboraciones viña a viña, utilizando diferentes tipos de depósitos y crianzas (barricas de diferentes tamaños, foudres, ánforas y huevos flextank). «Son vinos con muy poco grado alcohólico y con mucha personalidad», apostilla Germán.
Clos Pepín
Tras iniciar la cata con La Bicicleta Voladora, el siguiente vino en caer en la copa fue Clos Pepín. Un vino pensado para «democratizar» el consumo de los vinos de Casa Aurora. Y es que las primeras elaboraciones en salir al mercado fueron las de gama más alta, de las viñas más especiales, con solo 3.000 botellas. «Me faltaba hacer un vino con el que conseguir acceder a más gente», cuenta Germán, que quería que fuera un vino de pueblo de Albares, con el obstáculo que suponía conseguir más uva en el pueblo.
¿Cómo lo consiguió? Llegando a un acuerdo con los viticultores. Él trabajaba sus viñas, les hacía el vino y se quedaba con un porcentaje de la producción. En cuanto al nombre, el enólogo explica que la gente mayor de Albares llama ‘clos’ (cercado en catalán) a los viñedos amurallados. Cree que se debe a que allí estuvo viviendo el obispo catalán Antolín López Peláez, que también tiene calle en Ponferrada. «Y Pepín es mi padre», apostilla.
Clos Pepín es un vino más fresco y frutal, con un toque mineral. «Dentro de nuestros vinos del Bierzo es nuestro vino más alegre y más popular», explica el vigneron copa en mano, que recuerda que para hacer los 4.000 litros de este ‘caldo’ utiliza barricas de roble francés de diferentes tamaños, grandes foudres, ánforas y huevos de flextank. (un polímero plástico con diferentes grados de microoxigenación que permite criar sin la aportación de la madera).
Cada añada que sacamos es una batalla ganada al olvido y a la montaña. Ojalá seamos inspiración de otros y volvamos a ver las laderas trabajadas por gente joven» Casa Aurora
BiBa
El BiBa es el segundo vino blanco que elabora después del buen resultado obtenido con La Bota BiBa, en el que Germán se había atrevido a «darle una vuelta a la palomino» inspirándose en los vinos de Jerez sin fortificar, como La Barajuela de Willy Pérez, para «hacer un vino del norte que mira con cariño al sur». Así, trataron de llevar las uvas de palomino de sus viñedos viejos al lado de Castro Ventosa (de ahí BiBa, Bierzo Bajo) a 15 grados, dejando los racimos en la viña hasta noviembre. «Nos quedamos en 14,5 grados, que eso con una palomino en el Bierzo roza el milagro», bromea. La puntilla al vino la pone la crianza en una bota jerezana que les regaló Willy y la sorpresa de un velo de flor muy ligero que acompañó al vino en su crianza.
Así, con el BiBa ya buscó hacer un «gran vino de guarda» con la uva palomino inspirándose en la uva chenin blanc del Loira. Eso sí, aprovechando la acidez «brutal» que se consigue en el Bierzo y la textura que les aporta el suelo calizo. La estructura que necesitaban para la guarda la ha conseguido en la bodega jugando con las fermentaciones, llevando a las levaduras «al límite».
«Que estuviera todo un poco tenso», apostilla el enólogo, para añadir complejidad mediante la utilización de diferentes envases y crianzas. Una boticcella italiana, una barrica de roble francés, un flextank y una ánfora de barro de estilo georgiano diseñado por él para hacer un vino «muy redondito», con una nariz limpia y fruta blanca, «sin estar cargado de colonia». «Lo mejor que tiene este vino es la textura en la boca, esa salinidad», añade.
Poula
Poula es el tercer vino de la cata con el sello de Casa Aurora, con una mezcla de mencía, garnacha tintorera, palomino, godello y doña blanca. Precisamente cuenta con una capa de color más ligera y una gran frescura gracias a las variedades blancas, que representan el 40%. Su nombre, muy berciano, hace referencia a esas tierras abandonadas y surgió con la idea era mezclar diferentes parcelas para hacer un vino de pueblo en un homenaje al ‘vino de consumo’ que toda la vida hicieron los vecinos.
Así, aunque en vendimias anteriores ha utilizado uvas de Tras El Palomar, El Quintanal, La Llamina, Poulón o El Barreo, entre otras, en esta última añada «manda» la viña de Caje, uno de los viticultores con los que trabaja en Albares, convirtiéndose en un vino de parcela. «Este vino es un guante de terciopelo en mano de hierro», destaca Germán.
Además, Germán colabora desde hace años en otro proyecto pequeño de unos amigos en el Bierzo Alto, el de la bodega Altos de San Esteban. La perra gorda y Viñas de monte son sus elaboraciones en ella. Y es que Germán ve muchas posibilidades en el Bierzo Alto -con la mayoría de su viñedo fuera de la DO-, que está en los límites de maduración de la uva pero con una acidez excepcional y con un viñedo viejo con mucho potencial, diferente. «Va a subir más gente a por viñas aquí, necesitan la acidez», vaticina este enólogo. Su ilusión, que se recuperen las tierras abandonadas y «ver todos los viñedos del Bierzo Alto trabajados por gente joven, que vean que se pueden hacer vinos increíbles, en pequeñas producciones, y que se puede vivir con ello».
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