No es un vino mencía convencional ni clásico. El Kinki es un mencía transgresor, rebelde y diferente, en el que la enóloga Verónica Ortega vuelve a experimentar con otras formas de elaboración para llenar la copa de «un vino de perfil ligero, muy bebible con sólo 11,5 grados, muy poca extracción con una capa muy clarita, fresco y de trago fácil». «Es una botella que empiezas y te la acabas, con un paso de boca muy ágil», añade.
Sus uvas proceden de una viña vieja situada en Cobrana y a 750 metros de altitud, con suelo de pizarra muy degradada y arcilla. Vendimia tardía.En ella se encuentran cepas de mencía y de otras variedades locales, que fermenta todas juntas en un depósito tronco-conico de madera y con una larga fermentación de sólo una parte de las pieles. Eso sí, añade 100% raspón (racimos enteros) y lo somete a una crianza de unos siete meses, la mitad en ánfora y la otra mitad en una barrica grande, donde también tiene lugar la maloláctica.
No es una infusión ni un rosado, sino que es un vino con una marcada complejidad a pesar de su carácter ligero y liviano. «Me visitó una amigo de Sudáfrica que trabaja con vinos de este perfil, muy natural, de muy poca graduación alcohólica, muy ligero, con poca madera y concentración. Venía con la maleta cargada de este estilo de vinos que tenían su complejidad aromática, que se iban abriendo y mostraban diferentes registros», recuerda Verónica Ortega, que fue entonces cuando decidió que quería hacer un vino así con mencía.
«Nada clásico»
La enóloga gaditana destaca que es un vino de un perfil «nada clásico» para la DO Bierzo. Así, muestra una mencía «con una nariz muy seductora y muy especial». «Nos vamos a maduraciones mucho más tempranas, con lo que el registro de aromas es muy diferente, de frutas rojas más o menos intensas en nariz a los recuerdos a mentolados y balsámicos, de monte, grosellas y pétalos de flores. Muy sútil», describe.
El Kinki evoluciona en la línea del Cobrana, que ya era un mencía atípico. «Es un vino de una trama muy ligera pero de un preciso equilibrio , de muy poco color e intensa nariz de fruta roja. Grosellas, fresa ácida y frambuesa, con un fondo balsámico e incluso medicinal , que lo hace fresco y elegante, muy sutil a la vez que vibrante», recoge la nota de cata del Kinki.
Con este vino, Verónica Ortega suma su sexta etiqueta. Desde el ROC -su primera vendimia fue la del 2010-, al que siguieron el Quite, Versión Original, CAL y Cobrana. Casi una década en la DO Bierzo, descubriendo nuevos perfiles de la mencía.
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